Lo primero que notamos al servir una copa de vino es, sin duda, su color. Tinto, blanco y rosado es una primera clasificación, tras la cual se abre un mundo entero en todos los sentidos. Sería demasiado simple limitarse a definir un vino según esta distinción inicial…
Pero, ¿de qué depende el color y cuáles son los diferentes matices cromáticos del vino?
El color: la importancia de los polifenoles
El color del vino viene determinado principalmente por las sustancias polifenólicas presentes en la piel de la uva, como las flavonas, antocianinas, leucoantocianinas y muchas otras. Dependiendo de su concentración en los hollejos, del tiempo que permanezcan en contacto con el mosto y de otros procesos de vinificación, un vino podrá adquirir un color más o menos intenso o brillante.
Pero no son solo las sustancias colorantes de los hollejos las que determinan el color de un vino. Otro factor a tener en cuenta es el tipo de variedad de uva, que puede ser más propensa a liberar los colorantes en su interior. Por ejemplo, variedades como la Syrah y la Cabernet sauvignon producen vinos con un color más intenso que la pinot noir o la sangiovese.
Otra variable importante es el tiempo de maceración, es decir, el tiempo que los hollejos permanecen en contacto con el mosto: mientras que en los vinos tintos puede ser de varias semanas, en los rosados se limita a unas pocas horas y en los vinos blancos es cero.
Por último, hay que tener en cuenta ciertas técnicas de producción, ya que pueden influir de alguna manera en el color del vino. Por ejemplo, el número de remontados, es decir, el movimiento del mosto desde el fondo hasta la parte superior del tanque de fermentación, la cantidad de anhidrido sulfuroso utilizada o el uso de barriques y depósitos de madera para el envejecimiento del vino. Estos tienden a estabilizar el color de los vinos tintos, mientras que aportan matices dorados a los vinos blancos. También es importante no subestimar el factor tiempo, ya que la evolución del vino conlleva inevitablemente un cambio de tonalidad: un vino tinto de un intenso color rubí se convertirá en rojo granate con el paso de los años debido a los procesos de oxidación.
Tintos, blancos y rosados. Pero eso es solo el principio…
La principal clasificación que se suele realizar en cuanto al color del vino es entre tintos, blancos y rosados. Pero si queremos entrar en detalle, es posible distinguir diferentes tonos y matices en cada una de estas macrocategorías.
Los principales tonos dentro de los vinos tintos son:
- rojo púrpura, típico de los vinos jóvenes, frescos y fáciles de beber, como el Lambrusco;
- rojo rubí, característico de la mayoría de los vinos;
- rojo granate, típico de vinos que han sido envejecidos en madera o que son fruto de largos periodos de crianza;
- rojo anaranjado, típico de los vinos maduros. A veces es un signo de una posible alteración de las características organolépticas debido a su estado evolutivo.
Los vinos blancos, en cambio, presentan una gama de matices que van desde los verdosos hasta tonos más oscuros y dorados:
- amarillo verdoso, para vinos blancos jóvenes con un marcado carácter ácido. El Riesling es el mejor ejemplo de este tipo de vinos;
- amarillo pajizo, típico de vinos bastante jóvenes, con un buen equilibrio entre dureza y suavidad, como un Chardonnay;
- amarillo dorado, característico de los vinos elaborados a partir de uvas sobremaduradas que a veces han sido brevemente envejecidas en madera;
- amarillo ámbar, típico de los vinos licorosos, con una acidez casi nula.
En el caso de los vinos rosados, al estar elaborados con uvas tintas, su color depende sobre todo del tiempo de maceración que pase el mosto en contacto con los hollejos. Así, se pueden clasificar de la siguiente manera:
- rosa pálido, síntoma de un tiempo de maceración corto, de apenas unas horas, como el caso del Loris Vino Rosato;
- rosa cereza, cuando los hollejos han estado en contacto con el mosto durante más tiempo;
- rosa chiaretto, es el rosa más intenso, resultado de haber pasado una mayor liberación de sustancias colorantes de los hollejos al mosto.
¿Y qué pasa con los Orange Wines?
Este término se utiliza para definir los vinos blancos macerados, fruto de una antigua tradición rural que se ha recuperado en los últimos años. Su color especialmente intenso se debe a un contacto más prolongado con los hollejos, que aporta al vino no solo sustancias colorantes, sino también matices y aromas únicos y muy especiales. ¿A qué temperatura deben servirse? A 15°, abriendo la botella unos minutos antes de servirla.
En cuanto al maridaje, estos vinos son perfectos con platos étnicos y orientales, donde las especias son las protagonistas.