Es la cuna de la civilización nurágica y la segunda isla más grande del Mediterráneo. Cerdeña es una región verdaderamente especial, y no solo por la belleza de sus playas y su territorio salvaje. La magnífica combinación de un clima suave, brisas marinas, una gran variedad de suelos y, por último, una considerable exposición al sol, es un auténtico privilegio para el sector vitivinícola, así como una verdadera panacea para el cultivo de la vid. El resultado son vinos con una fuerte identidad y territorialidad, con productos de gran excelencia tanto en la familia de los tintos como en la de los blancos.
La nueva línea de Giordano parte del deseo de rendir homenaje a la isla del sol, con vinos diseñados para el hombre pero creados por la naturaleza. Y de una tierra tan fértil y hermosa solo pueden nacer auténticas obras maestras.
Un territorio con raíces históricas
Cerdeña puede definirse a todos los efectos como una isla ancestral, donde aún se pueden encontrar paisajes vírgenes y tradiciones arcaicas. Aquí se han encontrado algunos de los rastros más antiguos de vides cultivadas en el Mediterráneo occidental, que se remontan a la época de los fenicios. Su posición estratégica la ha hecho siempre objeto de conquistas por parte de diversos pueblos, desde los cartagineses a los romanos, desde los árabes a los aragoneses, los genoveses, los pisanos y, finalmente, los piamonteses. Y es que la producción de vino también se ha visto influida por las diferentes culturas y tradiciones que se han ido sucediendo a lo largo de los siglos. El patrimonio de vides autóctonas es, por tanto, bastante rico, aunque cuenta con una importante presencia de variedades de uva internacionales, estas últimas utilizadas principalmente en combinación con las locales.
Es probablemente el vino tinto más importante y conocido de la región, un vino serio que refleja a la perfección el carácter mediterráneo de la isla: estamos hablando del Cannonau (también llamado grenache o garnacha). Durante mucho tiempo se pensó que esta variedad de uva había llegado a Cerdeña desde España durante la época de dominio aragonés a principios del siglo XIV. Sin embargo, recientes descubrimientos sugieren que la tierra de origen del Cannonau y, por tanto, de la garnacha, podría ser la propia Cerdeña. En cualquier caso, su vínculo con esta isla se remonta a varios siglos y esto se traduce en unas características organolépticas únicas y bien reconocibles. Es un vino vigoroso, cálido y con cuerpo, con una graduación alcohólica importante y unos buenos taninos. En la copa se dan cita todos los perfumes y aromas del bosque mediterráneo, con toques de especias y un carácter balsámico bien presente. Tiene un sabor seco y persistente, perfecto para acompañar a quesos curados como el pecorino sardo, la típica frégula y unos culurgiones, pero también a sabrosos platos de carne típicos de Cerdeña como el cochinillo, el cabrito y el cordero.
Se dice que la vermentino es la uva que ama el mar. Y es cierto, porque esta variedad de uva se encuentra principalmente en las costas de Liguria, Toscana y, obviamente, Cerdeña, donde da lugar a uno de los vinos blancos más populares. Y esto no es de extrañar, teniendo en cuenta la elegancia y la finura de su aroma. Este, en concreto, es un Vermentino especialmente delicado, con un color amarillo pajizo brillante con reflejos verdosos, caracterizado por notas saladas y minerales típicas de los vinos nacidos cerca del mar. Desde la primera cata, este vino revela su mayor baza: un bouquet floral intenso y muy amplio con matices cítricos que aportan un agradable regusto amargo. ¿Con qué degustarlo? Principalmente con platos de pescado, pero es cuando se acompaña de platos típicos regionales como el Pane Frattau, el Pane a Fittas o la Suppa Cuata, cuando este vino revela todo su esplendor.
Esta denominación abarca todo el territorio de Cerdeña e incluye diferentes tipos de vino. En nuestra nueva colección de vinos sardos podrás encontrar la versión en blanco y en tinto.
El Isola de Nuraghi Bianco es un vino soleado y brillante, que casi recuerda a las hermosas playas que hicieron famosa a esta isla. Sus aromas a fruta de pulpa blanca y a delicadas flores blancas anuncian un gusto suave y fácil de beber. Dotado de unos excelentes toques salados y minerales como es característico en los vinos sardos, seduce sin duda por su frescura, que lo hace ideal para tomar como aperitivo y mucho más. Gracias a su excelente persistencia, es un vino perfecto para acompañar platos de pescado y quesos frescos. Una copa de este vino con un poco de mozzarella de búfala, por ejemplo, es gloria pura.
Su hermano, el Isola dei Nuraghi Rosso, retoma ese impulso de frescura que satisface el paladar, invitando a seguir bebiendo. Ofrece un gusto seco y sorprendentemente suave que, sin embargo, mantiene una buena persistencia. Su bouquet floral y afrutado incorpora notas de geranio y cereza como protagonistas. Menos difícil y complejo que el Cannonau, es un tinto clásico que no puede faltar en ninguna mesa, porque pase lo que pase siempre se termina. Especialmente si se marida con quesos semicurados y embutidos tradicionales, cuando lo que necesitas es un vino con la intensidad adecuada para soportar los intensos sabores de estos alimentos pero que siga ofreciendo una gran facilidad de beber.
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